lunes, 7 de abril de 2014

Huellas de Irlanda

Las Direcciones de Cultura y de Turismo dependientes de la Secretaria de Gobierno informan que el próximo sábado 5 de abril se efectuarán unas series de muestras conmemorativas a la comunidad irlandesa y sus costumbres en Capilla del Señor.
Esta festividad titulada con el nombre de “Huellas de Irlanda”, tiene como objetivo rememorar y destacar el valioso aporte realizado por los irlandeses en los pagos de la Cañada de la Cruz.
La propuesta que iniciará a las 11 de la mañana del día sábado, estará centrada en un recorrido por 8 puntos de interés. Los mismos presentaran elementos y datos referidos a la comunidad irlandesa.
Por su parte, en la Casa de la Cultura, en el Museo del Periodismo Bonaerense y en el Museo de Arte Sacro se ofrecerán muestras alusivas a los irlandeses. En los cuales se expondrán datos, elementos y curiosidades sobre Irlanda y sus compatriotas.

Linchado y linchadores...un tema que debe terminar




“Es difícil ver a Cristo mezclado entre la turba”.
- San Agustín


Rogelio Alaniz
El linchamiento no es un invento argentino, aunque en las últimas semanas nos hayamos presentado como los padres de la criatura. Puede que el origen de esa modalidad le corresponda a Estados Unidos si es cierto que fue el juez de Virginia, Charles Lynch, quien le dio nombre al sumario procedimiento. Quienes somos aficionados a los westerns sabemos que en el Lejano Oeste, vecinos, rancheros y colonos practicaban estas civilizadas costumbres contra cuatreros, asesinos y sospechosos de delitos. Los destinatarios de aquellas ejecuciones eran diversos, pero si eran negros cuánto mejor.

Es verdad, los westerns hicieron famoso al linchamiento, pero no está de más recordar que en la mayoría de las películas que versaban sobre este tema, el conflicto principal se presentaba entre los linchadores y el sheriff o el muchachito que se jugaba la vida para impedir que se cometiera una injusticia. El detalle merece mencionarse porque hasta en el Lejano Oeste los linchadores siempre fueron considerados los malos de la película, los injustos, cuando no los canallas.

En las últimas décadas, en América Latina el linchamiento fue pan de todos los días. En México, Bolivia, El Salvador, ciertas regiones de Brasil y Colombia, estos hábitos se practican con metódica y alarmante frecuencia. Su regularidad ha dado lugar a una abigarrada literatura que se esfuerza por explicar lo que sucede. Historiadores, politólogos, periodistas han estudiado las causas y las modalidades de esta práctica social, estableciendo lo que hay de común y diferente en esta dulce costumbre ejercida por una multitud dedicada a asesinar a patadas y a palos a un delincuente.

Dicho con otras palabras: aunque a los argentinos nos parezca que el tema es nuevo, en realidad es tan viejo como la injusticia y la barbarie. En América Latina hace rato que se lincha. A esa cita de honor faltábamos nosotros, pero ahora hemos dicho presente. Bienvenidos argentinos al corazón de la América Latina cimbreante y telúrica. La profecía de los populistas se cumple, cada día nos parecemos más a nuestros hermanos latinoamericanos, cada día somos más pobres, más indigentes, más bárbaros. Bienvenidos al Tercer Mundo. Pasen y pónganse cómodos que la película empieza cuando nosotros llegamos.

Sobre las causas y las consecuencias de los linchamientos existen interpretaciones diversas, pero en lo que hay acuerdo es en definir en qué consiste linchar. En todos los casos, hablamos de una acción colectiva, ilegal, privada, orientada a propinar castigos que en más de un caso concluyen con la muerte de la víctima que siempre se halla en abrumadora inferioridad numérica. Los linchadores se definen por su carácter colectivo y anónimo. Allí no hay jefes que se hagan cargo del operativo y, mucho menos, responsabilidad individual. El anonimato es una garantía de impunidad.

Se los puede comparar con los escuadrones de la muerte, pero con algunas diferencias decisivas: los escuadrones de la muerte están organizados y son pagados para cumplir con su objetivo; los linchadores son espontáneos, no están a sueldo de nadie pero suelen ser manipulados y, aunque el instinto de muerte es el dominante, no siempre se proponen matar a la víctima.

Habitualmente se dice que hay linchamientos cuando el Estado está ausente. La afirmación es verdadera, pero merece relativizarse. Puede que en el Lejano Oeste no haya habido Estado, pero en la actualidad más que hablar de Estado ausente habría que hablar de Estado cómplice; esto quiere decir jueces venales, políticos insensibles, funcionarios ineptos y policías corruptos. La percepción y, de alguna manera, la certeza de que el Estado no hace lo que corresponde o en lugar de combatir el delito se asocia con él, es uno de los factores que alienta el deseo de hacer justicia “por mano propia”.

De modo que el linchamiento como práctica social es una respuesta a la inseguridad, a la convicción de que nada se puede esperar del Estado y a la certeza de que la mejor justicia es la que se practica de manera expeditiva y por mano propia, sin perder tiempo con argumentos leguleyos, abogados chicaneros y jueces decididos a proteger a los delincuentes.

El otro dato dominante es el que relaciona a los linchamientos con la persistencia de crisis económicas y sociales prolongadas. Al respecto, está claro que en sociedades con instituciones democráticas fuertes y legítimas, pleno empleo, clases dirigentes responsables, niveles culturales óptimos y estrategias públicas eficaces de contención social, el linchamiento es inconcebible.

La capacidad de las crisis para erosionar instituciones y fortalecer la sensación de desprotección e inseguridad, provoca un retorno a las lealtades más primarias y a la subcultura del instinto. Es en ese contexto donde crece el pánico, el recelo ante lo extraño y los comportamientos agresivos. Lo paradójico de estas situaciones es que quienes reaccionan en nombre de la incompetencia e injusticia de un Estado corrupto son portadores con sus actos de injusticias mayores que las que pretenden evitar.

La primera, y la obvia, consiste en matar a una persona negándole el derecho a la defensa. Se lincha porque el Estado no administra la justicia, pero el mismo acto de linchar contribuye a profundizar todas las injusticias. Linchar, en cualquier caso comporta un retorno a la barbarie, un retorno que, al decir de María Elena Walsh, los hombres lo hacen en cuatro patas. Podemos hallar distintas explicaciones para justificar lo sucedido, pero lo que nunca podemos perder de vista es que el linchamiento es una injusticia y que los linchadores son asesinos.

Generalizada como conducta, se observa que el retorno a lo primario suele ir de la mano de la intolerancia, el racismo, la impunidad, y en más de una ocasión se expresa como una guerra de pobres contra pobres. Otra observación: se lincha a rateros, arrebatadores de carteras, en definitiva, al eslabón más débil del delito, pero la furia no alcanza a los llamados delincuentes pesados, mucho menos a los de guantes blancos.

Los linchadores se definen por su anonimato, pero cada linchador elige serlo. Hay una decisión de sumarse a la horda y comportarse como tal. ¿La exclusiva pasión que moviliza al linchador es el castigo del delincuente? Por lo menos parece ser la causa principal, pero la pregunta a hacerse a continuación es: ¿qué pasa por la cabeza de esa persona que patea en el suelo a una víctima indefensa? No hace falta un curso de psicología para saber que prisionero de su furia el linchador agrega con sus actos un plus de resentimiento, odio, frustración y muerte que poco y nada tienen que ver con la causa “justiciera” que dice defender. Todos los estudios que se han hecho acerca de la naturaleza moral de los linchadores han arribado a la misma conclusión: se trata de personajes moralmente cobardes o de psicópatas encubiertos.

Por último, la responsabilidad de la clase dirigente, responsabilidad que incluye en primer lugar al gobierno, sobre todo a un gobierno que protege a jueces corruptos, a empresarios mafiosos y a funcionarios tramposos. ¿Hace falta mencionar los nombres de Oyarbide, Báez o Boudou? ¿Hace falta recordar el elogio oficial a los barrabravas, la legitimación de “Vatayón militante”, las bravuconadas de la señora desde el atril, las amenazas y los golpes de Guillermo Moreno, las vulgaridades ofensivas de Aníbal Fernández, los ataques a periodistas y políticos opositores?

Por supuesto que el gobierno nacional tiene responsabilidad en lo que está ocurriendo. Mucho más después de diez años en el poder, mientras sus publicistas se jactan de los imaginarios beneficios de la década ganada. Alguna vez se dijo que la violencia de arriba engendra la violencia de abajo. Se lo decía en otras circunstancias y por otros motivos. Pero hoy, ante el escenario devastador e inclemente de los linchamientos, bien podría decirse que a la persistente y facciosa injusticia de arriba le corresponde la despiadada violencia de abajo. ¿Ella lo hizo? No es la única, pero convengamos que ha hecho un aporte inestimable.

Actitud peligrosa Scioli repite lo de Sola

Actitud peligrosa Scioli repite lo de Sola


Escribe Nelson Castro

El jueves de 1° de abril de 2004, Juan Carlos Blumberg, cuyo hijo Axel había sido víctima de un secuestro extorsivo que terminó con su asesinato, realizó una convocatoria que atrajo multitudes. Más de 150 mil personas se congregaron frente al Congreso para reclamar medidas para combatir la ola de inseguridad que asolaba al país. Se presentó allí un petitorio basado en siete puntos:

1-Una ley que reprimiera la portación de armas con pena de prisión no excarcelable.

2-Una ley que obligara a la registración pública de la telefonía móvil con indicaciones de los datos personales del titular y su documentación. Solicitaba que se registrara a quienes vendían o alquilaban dichos aparatos, la prohibición de venta a quienes tuviesen antecedentes penales y la regulación de la facultad de las fuerzas de seguridad para verificar la titularidad en la vía pública y el secuestro de la tenencia irregular.

3-Adoptar un sistema de documentación personal que impida su falsificación o adulteración, similar a los pasaportes.

4-Legislar un sensible aumento en las penas mínimas y máximas para los delitos de homicidio, secuestro y violación (mínimo 20 años). Establecer un régimen especial de severidad cuando en el delito participen o estén involucrados funcionarios o miembros de las fuerzas de seguridad. Las penas sean siempre de cumplimiento efectivo y total sin salidas anticipadas en ningún caso. Modificación del régimen de imputabilidad penal de los menores.

5-Modificar la pena en condena por dos o más hechos. Las penas deben sumarse sin límites máximos.

6- Que la pena perpetua, sea perpetua. No más 25 años como máximo.

7- Legislar imponiendo para los excarcelados, sean procesados o condenados, una reeducación a través del trabajo. Establecer un mínimo de ocho horas diarias de trabajo para la comunidad. Asimismo, cárceles para el trabajo y el aprendizaje de artes y oficios.

Al día siguiente de aquel acto, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá, decretó la emergencia de seguridad y anunció medidas para aumentar la cantidad de policías en la calle. Lo mismo acaba de hacer su sucesor, Daniel Scioli.

El lunes 19, el primer ministro de Justicia del gobierno de Néstor Kirchner, Gustavo Béliz, presentó un ambicioso plan para combatir la inseguridad. Dicho plan comprendía la conformación de una agencia de seguridad compuesta por seis mil efectivos de naturaleza federal; la disminución del régimen de imputabilidad a 14 años; la instrumentación del juicio por jurados; una modificación a la legislación en materia de asociación ilícita; ocho nuevas cárceles federales antes de 2007; la reforma de la Ley de Seguridad Interior para permitir la intervención de las policías provinciales y un reordenamiento de la Policía Federal, la Prefectura y la Gendarmería; un reordenamiento de la Justicia Penal de la Ciudad de Buenos Aires; la presencia de jueces y fiscales en cada uno de los barrios de la Capital; la incorporación de mil becarios de derecho para controlar al Servicio Penitenciario Federal; la eliminación de las excarcelaciones; y un cobro por incentivo en las comisarías y readecuación salarial que tenga que ver con la obtención de resultados.

Este ejercicio de memoria impacta y nos pone frente a la real dimensión de la tremenda deuda que la dirigencia política tiene con el problema de la inseguridad. Son diez años de no haber hecho nada significativo. Es importante subrayar que el linchamiento es, lisa y llanamente, un delito. Sin embargo, con reafirmar ese concepto no alcanza. Las encuestas muestran elevados porcentajes de aprobación de esta conducta, un dato preocupante. Este drama que hoy se vive no se soluciona con el Código Penal. Cuando se llega a ese punto es porque algo falló. El desafío para la dirigencia política no es que haya más presos sino menos delitos.

La Presidenta habla del tema como si fuera una comentarista de la realidad. En el último “Aló Presidenta” se la escuchó hablar de la exclusión social como germen fundamental de la violencia. Es algo cierto que ya ha sido repetido hasta el cansancio. Lo que se espera de un jefe de Estado son las soluciones. La década ganada está lejos de haberlas encontrado. Los planes sociales son la confirmación de la persistencia de un nivel de exclusión alarmante. Y cuando se los utiliza como instrumento de clientelismo político, no hacen más que ahondar el grado de denigración al que se ven expuestos los beneficiarios.

La ausencia del Estado contribuye a agravar el problema. Cuando el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, y el secretario de Seguridad, Sergio Berni insisten en negarlo, pierden el tiempo. ¿Qué Estado hay en las cada vez más pobladas villas que se extienden por el país en las que no hay escuelas, puestos sanitarios ni presencia policial?

¡Qué buen mensaje para la sociedad hubiera sido que la Presidenta hubiese formulado una convocatoria sincera y amplia a toda la dirigencia política, no para una foto sino para sentar las bases orientadas a la elaboración de un programa común –una política de Estado– sin el que no habrá soluciones de fondo para este drama!

A la oposición también le cabe lo suyo. Quienes hablan con sus líderes encuentran un marcado desconocimiento de aspectos clave para enfrentar el problema en sus causas y no en sus efectos.
Para completar el cuadro, hay jueces indolentes que poco se preocupan por el trasfondo social del delincuente. Los magistrados que tuvieron a su cargo los casos de los arrebatadores atrapados y salvados por el portero Alfredo Malverti y por Gerardo Romano, los liberaron tras un simple trámite telefónico. Pudieron haber hecho más: hablar con ellos y sus familias conocer sus antecedentes, disponer la evaluación de sus personalidades, preocuparse en dar alguna sugerencia tendiente a evitar una eventual reincidencia.

Así, la percepción del ciudadano es que son muchos los funcionarios y dirigentes políticos de distintos niveles que no se hacen cargo de nada, ya que cada cual trata de cuidar su quintita, actitud absolutamente nociva y peligrosa para una sociedad que necesita desesperadamente vivir bajo el Estado de Derecho y sentirse segura.

7 de abril nacía Ruben Jorge Varela

El 07 de abril de 1957 nacia Jorge Ruben VARELA.Hoy cumplirias 57 años!!!... Jorge querido!!!Siempre estaras en nuestro corazon y en el de tu pueblo.

Te con amigos del Museo...

ASOCIACIÓN AMIGOS DEL MUSEO DE ZÁRATE



Té con los Amigos del Museo
Domingo 13 de ABRIL de 2014 - 17.00 hs.
En el Club Argentino  / 19 de Marzo 355
EN UN CÁLIDO AMBIENTE DE AMISTAD, AMENIZADO CON MÚSICA Y CANCIONES, LE PROPONEMOS SABOREAR UN DELICIOSO, HUMEANTE Y AROMÁTICO TÉ, ACOMPAÑADO POR DELICIAS ESPECIALMENTE PREPARADAS POR NUESTRA ASOCIACIÓN
PRESENTACIÓN ESPECIAL DE IRIS C. DE BORDA
Valor de la Tarjeta: $ 80.- Reservas e Informes: 03487 15 628300 / 422038 / 423329
Asociación Amigos del Museo de Zárate
Quinta Jovita / Ituzaingó 278
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