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viernes, 22 de julio de 2016

Hans Conrad Schumann, YA NADIE SE ACUERDA DE LO VIVIDO

escape de Alemania del Este
República Argentina”, leyó el oficial del puesto de control en la tapa del pasaporte. Miró con desconfianza al hombre sentado al volante delTrabant rojo y le hizo un gesto de “vamos a ver”, mientras bajaba la barrera a 95 centímetros del pavimento. Primera y adiós para siempre, pensó el hombre que llevaba pasaporte argentino en el bolsillo y la chica que lo desvelaba en el baúl.
Pisando el acelerador, aquella tarde de 1963Norbert Kontad y Helga Wernercruzaron el Muro en un descapotable alquilado de 89 centímetros de alto. Konrad lo había medido después de desinflar un poco las cubiertas para poder escurrirse mejor debajo  la barrera. La pareja se sumó así a la lista de habitantes de Berlín oriental que lograron fugarse hacia la parte de la ciudad donde se pone el sol.
Hans Conrad Schumann fue la primer persona en escapar de Alemania del Este,
curiosamente era un guardia.
Entre 1949 y 1961  antes de que se levantara el Muro, uno dé cada seis alemanes del Este daba cambio de domicilio a territorio bajo control norteamericano. De acuerdo a un estudio de los historiadores Bérnd Eisenfeld y Roger Engelmann publicado el año pasado,240 personas murieron después tratando de cruzar.
Entre ellos estuvo Chis Gueffroy, un joven de 20 años que jamás soñó figuraren los libros de historia como la última víctima que se tragó el Muro. En febrero de 1989, apenas nueve meses antes de la caída del paredón, Gueffroy fue fusilado mientras intentaba treparlo. El informe dice que las 370 personas dejaron la vida en el intento de pasar a Alemania Occidental a través de otros puestos de control y que 189 hombres y mujeres murieron al querer huir a través del Mar Báltico. Por otra parte, más de 5.000 guardias fueron capturados en el instante en que intentaban quitarse el uniforme de encima y escapar. Alrededor de 2.500 lo lograron.
El Gobierno de Alemania del Este nunca dio detalles de la gente que murió intentando escapar. “Nuestro objetivo era dar a las víctimas una cara y que no quedasen olvidadas en la historia”, ha dicho Maria Nooke, de la Fundación Muro de Berlín. Las biografías de las 136 víctimas han sido publicadas en el libro Las víctimas del Muro 1961-1989. La mayoría eran jóvenes con edades comprendidas entre los 16 y los 30 años. Murieron nueve niños y ocho mujeres, muchos berlineses del oeste y ocho guardias de Alemania del Este. Además, otras 251 personas murieron al cruzar la frontera oficial, la mayoría por “ataques al corazón”, han asegurado los investigadores.
Al Muro todavía le quedaban diez años de pie cuando Peten Strelzyk y Gíinter Wetzeldesplegaron en secreto manuales para aprender a volar en globo, mientras sus esposas zurcían cortinas y sábanas para darle piel al sueño de volar sobre la muralla rigurosamente vigilada. En la noche del 15 de septiembre de 1979 el globo voló 40 kilómetros en 28 minutos. Sus ocho ocupantes aterrizaron siete kilómetros al sur de la frontera.
Cinco años más tarde, Ivo Zdarsky, un estudiante de 24 años, le injertó alas plegables y una hélice hecha a mano a un motor de auto. Le agregó el tanque de  combustible y las medas y se lanzó a sobrevolar el Muro. Recorrió 100 kilómetros y aterrizó en Austria.
Hubo quienes se inspiraron con el agua. En 1968, Kurt Meyer armó el ciclomotor acuático con el que  se sumergió en el Báltico. Llevaba una brújula atada a una muñeca y tubos de oxígeno. Al llegar a Alemania occidental, estrenó libertad  de empleo: una empresa lo había contratado para poner en la calle su modelo.
Fue cavar, sin embargo, el modo de escape más exitoso. En 1962, seis mujeres, dos hombres, dos chicos de 12 y 9 años y una beba de cuatro meses burlaron el Muro bajo tierra. La beba iba en una cuna de metal transportada por poleas. Dos años después, 57 personas entraron a un túnel por el baño de una casa del Este y salieron al sótano de una panadería de la calleBernauerstrasse; en la parte occidental.
A trece años de la caída del Muro, las secuelas de las fugas aún supuran. A fines de mayo,Wilfred Tews, un hombre de 54 años que fue baleado mientras huía del Este, enfrentó en un tribunal al guardia que le disparó por la espalda. Tews tenía 14 años cuando creyó que si nadaba hasta el otro lado del canal, el destino le permitiría mezclar y dar de nuevo.
En el intento, ocho balas lo dejaron tullido para siempre. “Las heridas nunca cerrarán”, dijo Tews, aproximándose a lo que sienten hoy los tres millones de habitantes que tiene Berlín. La tan celebrada reunificación no fue gratis: recortes en el presupuesto social, el aumento de los impuestos y de la desocupación han provocado que vecinos de uno y otro lado deL muro que ya no existe se miren con recelo. Porque la sombra del Muro no se desvaneció del todo.
En diciembre de 1961 Rainer Hildebnandt, un humanista que ayudó a idear fugas, fundó el museo delCheckpoint Charlie, el más importante del mundo que recuerda la historia del Muro. “El escape es la madre de la invención”, escribieron en la entrada.
OTRA ORIGINAL FUGA: La fuga de Ingo Bethke desató mucha presión sobre su familia. Sus padres perdieron su trabajo, y su hermano menor, Holger, era vigilado todo el tiempo. En marzo de 1983, la noche en que este cumplió 30 años, decidió huir también. Tomó una última copa y se despidió sollozando de Egbert, la única persona que conocía su plan.
Durante varias semanas, Holger y un amigo habían practicado el tiro con arco a escondidas y hecho ensayos en el bosque. Holger había encontrado una calle cerca del parque Treptow donde la Franja de la Muerte era angosta, con casas altas en ambos lados. Subió sigilosamente a un desván con su arco y trepó al techo por un tragaluz.
Allí, disparó una flecha que voló unos 40 metros por encima del Muro y más allá de la casa opuesta. La flecha llevaba atada una cuerda de nailon, en cuya cola Holger había atado un cable largo. Del otro lado estaba su hermano Inge, quien tiró de la cuerda para alcanzar el cable. Holger ató su extremo del cable alrededor de la chimenea de la casa; Ingo amarró el suyo al paragolpes de su auto y movió este marcha atrás; algunos metros para tensar el cable. Entonces llegó el momento de extremo peligro.
Holger había fabricado un arnés con una polea de metal atornillada a un marco de madera provisto de dos agarraderas y una correa para atarse la muñeca. Colocó la polea sobre el cable, se asió de las agarraderas y se lanzó al vacío. Con un leve chirrido, se deslizó por encima del Muro hasta alcanzar un balcón de la casa opuesta. Ahora, dos de los hermanos se encontraban en el Oeste.

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