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sábado, 15 de mayo de 2021

Mamma mia! Vuelve la euforia de las islas griegas por un verano sin covid

 

El Gobierno asegura que la vacunación será completa en las islas griegas en junio Reino Unido aún no ha incluido a Grecia en su lista verde, también sin España
elEconomista.es 15/05/2021 - 11:39 Pese a encontrarse en la cola de la vacunación europea contra el covid, Grecia, con algo más de un 25% de su población inoculada de una sola dosis, se viste de largo para recibir al doble de visitantes que en 2020. 

 Las piruetas y alegría de vivir que rezumaba el personaje de Meryl Street en la adaptación del musical Mamma mia! al cine bien podrían equipararse a las de los hosteleros que estas semanas ya perciben un aumento de visitantes en sus islas. Según informa la CNBC, la estrategia de vacunación griega ha apostado por proteger a los grupos de edad vulnerables y claves del sector del turismo, especialmente en aquellos puntos 'calientes' para las vacaciones.

 "El objetivo es la vacunación completa y universal de los residentes permanentes de las islas griegas antes de que acabe el mes de junio", indicó Kiriakos Mitsotakis, el primer ministro del país, este viernes. Según los datos actualizados este viernes de Our World in Data, la vacunación en Grecia no es de las más rápidas dentro de la Unión Europea. Con un 25,59% de población que ha recibido al menos una primera dosis del suero, dista aún del 31% de habitantes en esta misma situación en España; de los 35,36% en Alemania, los 46% de EEUU o el 29,36% de Italia. En Santorini, la joya de la corona de las islas 'visitables' griegas, el sector del turismo ya celebra un verano sin covid con las mejores expectativas de viajeros. Relajación de restricciones 

El Gobierno de Grecia ha levantado este viernes las restricciones de movilidad, que buscaban evitar los desplazamientos innecesarios, y ha abierto las puertas a los turistas, de tal forma que ya los viajeros de más de medio centenar de países -entre ellos España- no tendrán que guardar cuarentena si presentan una PCR negativa o demuestran estar vacunados o un contagio reciente de coronavirus. Grecia se adelanta así a sus rivales regionales, con vistas a recuperar un sector clave para la economía nacional que sufrió debido a la pandemia. 

La cifra de visitantes se desplomó del récord de 2019, cuando hubo 34 millones, a los 7,4 millones registrados en 2020, un 78,2 por ciento menos que el año anterior. Vista nocturna de Santorini, la isla griega más popular. Imagen: Reuters. La flexibilización de las restricciones de movimiento también se aplican al comercio, ya que no es necesario reservar cita previa, aunque el aforo en las tiendas y supermercados seguirá estando controlado y dependerá del tamaño de las instalaciones, ha explicado el diario griego 'Kathimerini'. Por otro lado, el Gobierno ha acortado el toque de queda, que pasa de comenzar a las 23.00 a hacerlo a las 00.30 horas, y terminará a las 5.00, como hasta ahora. Los museos también se han visto beneficiados de esta nueva medida, ya que podrán abrir sus puertas al público después de medio año de cierres y con límites en el número de visitantes.

 A partir de ahora los griegos también podrán realizar viajes entre las diferentes regiones del país, aunque en caso de querer visitar las islas sólo podrán hacerlo en caso de estar vacunados, con una prueba PCR negativa dentro de las 72 horas anteriores al viaje o con un certificado de haber pasado la enfermedad del coronavirus en los dos últimos meses. 

 Altas expectativas El Gobierno griego espera que se dupliquen los niveles de ocupación y las visitas foráneas este verano con respecto a 2020. Y eso a pesar de que Reino Unido aún no ha incluido a Grecia en su famosa 'lista verde', en la que tampoco está España. Sin embargo, el optimismo preside el espíritu griego. El país está en conversaciones con las autoridades británicas y confía en que su exclusión de la lista de países considerados seguros para viajar sea revertida muy pronto. En esta espera activa y feliz, el sector sólo se preocupa de que todo esté listo para cuando los turistas entonen el soñado "here I come again".

sábado, 14 de febrero de 2015

Europa: dos idiomas, los cambios que se discuten

Europa: dos idiomas

por Ricardo Lafferriere
ricardo.lafferriere@gmail.com



“Grecia no debería asumir que Europa ha cambiado al punto que la zona Euro endorse sin limitaciones la agenda completa de Mrs. Tsipras” (Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker).

“Queremos dejar claro la dirección en que no negociaremos. No negociaremos nuestra soberanía nacional” (Alexis Tsipras, Primer Ministro Griego).

El primero es claro: no es posible modificar las cosas como las pretende Grecia, porque significaría cambiar la estructura económica de la Unión Europea, o sea comenzar todo desde cero. Habla en clave económica.

El segundo también lo es: Si no se efectúa un cambio como se pide, Grecia estallará. Habla en clave política.

El drama es que ambos tienen razón.

¿Puede la Unión Europea acceder a las nuevas reducciones de deuda requeridas por Grecia?

Económicamente, tal vez sí. Los números griegos son gigantes para su escala, pero mínimos en relación a los números europeos. Grecia vs. la Unión Europea, en términos económicos, es –salvando las distancias- como Formosa frente a la Nación Argentina. No alcanza al 1 %.

Sin embargo, su consecuencia no es económica sino política. Si se abriera esa “ventana”, el antecedente podría derrumbar todo el sistema. El desequilibrio griego no es una excepción sino que se da en varios países con economías más grandes: España, Portugal, Italia.

Aceptar la reducción que pide Grecia “rebotaría” en estos países, que muestran ya fenómenos similares al del oficialismo helénico. Nuevos partidos, nuevos relatos, nuevos dirigentes, expresando que la disciplina económica exigida por los acreedores –fundamentalmente alemanes- genera tensiones sociales desequilibrantes. Si estos países, invocando el antecedente griego, reclamaran el mismo tratamiento para sus países, el sistema económico-financiero europeo con su actual arquitectura se derrumbaría en un caos financiero generalizado.

Pero Grecia muestra sus argumentos. Syriza, grupo populista que montó su reclamo en el sentimiento visceral de millones de desocupados y marginalizados por la crisis, es por ahora un fenómeno contenido en el marco institucional. Se organizó, fue a elecciones, y ganó. Respondió a la desesperación de personas que no ven futuro posible para su presente miserable.

Su propuesta no es económicamente viable ni racional, sino arcaica y a contramano de la evolución del mundo. Pero acorralarlo no tendría otro resultado que el retiro griego de Europa, declarando su bancarrota y devaluando su moneda alejada ya de la pertenencia al Euro, provocando una situación caótica cuyo resultado difícilmente pueda imaginarse. Ya anda por ahí Putin ofreciendo su solidaridad…

Europa está enfrentando las consecuencias de haber adoptado las utopías más audaces de sus fundadores, pero actuar con actitudes timoratas en su construcción. Configurar un espacio económico que contemple sólo parte de la gestión económica –la comercial y la moneda-, pero en la que los espacios “duros” –el fiscal, el político, y aún el militar y el estratégico- sigan respondiendo a la soberanía de sus Estados, llevaría indefectiblemente a esta contradicción.

Los problemas no tienen solución mientras acreedores y deudores no conformen un espacio político con los mismos electores. Dicho en otras palabras: mientras Europa no sea un país, con ciudadanos eligiendo un parlamento con poder y autoridades ejecutivas continentales, fuerzas políticas de alcance total y una Constitución aceptada por todos, el peligro de la disgregación continuará. Agravado por un mundo competitivo, con gran dinamismo en sus economías de vanguardia –la norteamericana, con su exponencial agregación tecnológica, y la china, con su formidable capacidad de compra apoyada en su población numerosa- lanzadas en una simbiosis llena de matices pero inexorable a la definición del mundo que viene.

Mientras el primer ministro alemán responda al pueblo alemán, y el primer ministro griego al pueblo griego, difícilmente sus prioridades confluyan. Porque –sabemos- el primer objetivo de cualquier político es ganar las elecciones, para lo cual necesita obtener la mayoría del apoyo de sus conciudadanos. El camino de hacer eficaz la acción política es hablar un mismo idioma: el del interés del conjunto. Eso no será entendido mientras las fuentes de legitimidad política sigan respondiendo al mundo fragmentado en geografías –y economías, e intereses- del siglo que se fue.

Pero…las cosas son como son. Sus idiomas son distintos. Demasiados intereses se juegan en las decisiones de unos y otros. Los bancos acreedores –en su mayoría alemanes- defienden sus intereses, que son los de sus depositantes –también, en su mayoría, alemanes-. Se trata de depositantes que también son ciudadanos que votan en Alemania, y no le perdonarían a Merkel –ni a sus legisladores- una quita en sus ahorros, o en su capital, que debiera ser de más de la mitad para hacer nuevamente viable a la economía griega.

Los demás países deudores, que debieran tal vez tener coincidencias objetivas con el reclamo griego, se encuentran embarcados en procesos de ajuste –no tan duros como Grecia- y sus sistemas políticos parecen haber absorbido aceptablemente hasta ahora ese camino, a costa de reducir sus gastos sociales sustancialmente para poder pagar sus deudas. Un triunfo de la presión del nuevo gobierno griego abriría las compuertas a formaciones políticas que reclamarían trato similar, con lo que implica de conmocionante a los frágiles equilibrios políticos existentes.

Lo saben los acreedores alemanes, que es probable que prefieran perder la sociedad con Grecia dejándola ir y limitando sus pérdidas, antes que ampliarlas a un nivel continental si debieran aceptar ese camino para otros países más grandes con problemas parecidos.

De no encontrarse un atajo –que hoy por hoy, se ve difícil- lo más probable es que presenciemos el comienzo de un desgranamiento de la Unión Europea, volviendo a sus estadios más primitivos.

No se observa en el escenario el verdadero camino de superación hacia adelante: profundizar la unión con mayores cesiones de soberanía hacia una construcción institucional que avance hacia los espacios que, hasta hoy, se han preservado celosamente como reservas de las soberanías nacionales: el poder político real, la unificación de la representación internacional, la política fiscal y la facultad de sancionar normas vinculantes, o sea leyes.

No se trataría, por supuesto, de hablar el mismo idioma en sentido literal. Pero sí se trataría de razonar en la misma clave: la de un espacio territorial con pueblos diferentes unidos por la solidaridad nacional y, en consecuencia, discutiendo su futuro, compartiendo instituciones y eligiendo sus autoridades no como unos contra otros, sino como protagonistas del nuevo escenario global en formación, del que fragmentados y hablando en claves diferentes estarán inexorablemente desplazados, en forma definitiva, hacia un plano secundario.

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